COMENTARIO A LA ENCICLICA CARITAS IN VERITATE
Hemos llegado a este estado
absurdo: escasez en medio de la abundancia; pobreza en medio de las riquezas;
hambre en medio de la superproducción de alimentos. Escasez artificial… y
criminal… La famosa cuestión social.
El problema político y social
más importante de nuestros tiempos es la existencia de un proletariado.
Proletario, es el hombre que
depende para vivir de un salario ajustado, el cual además le puede faltar en
cualquier momento.
Es degradante para el alma
humana tener atados sus pensamientos, que le son necesarios para ir más arriba,
por la molienda del sustento cotidiano y el temor del porvenir, la vejez, los
eventos desdichados y la miseria.
Lo que perturba al
proletario actual es, tal vez, más la inseguridad que la falta de dinero en sí
misma. La pobreza es una bendición, porque es un Purgatorio; pero la miseria es
un Infierno.
Este estado de millones de
hombres depende de una situación de la economía que fomenta la reunión de los
medios de producción en pocas manos, lo cual se llama Capitalismo.
Tan importante es este
problema que la guerra más grande que han visto los siglos ha girado en torno
de él… y seguirá girando…
El Capitalismo era un orden
inestable que debía desaparecer necesariamente, porque es imposible que el
hombre viva en esas terribles condiciones, entre guerras mundiales, guerras
civiles, luchas de clases y ensayos de solución como el Fascismo y el Comunismo.
Las ilusorias
"libertades" del Liberalismo han sido barridas por la
"economía".
En el corazón del
Capitalismo está la usura, dijo León XIII; y en el corazón del Comunismo está
la venganza y el resentimiento.
Y el universo está hoy
amenazado por una guerra inmensa entre los malos ricos y los malos pobres; o
sea, los que en su corazón, tanto unos como otros, "sirven a las
riquezas", como dijo Jesucristo.
La avaricia y la codicia
tienen la culpa de los que hoy mueren de hambre. La codicia y la avaricia se han
organizado férreamente en un sistema económico y político en Occidente; y ha
sido sustituido por otro sistema peor en Oriente.
Los malos efectos del
Capitalismo los conocemos todos, puesto que los sufrimos: desde la ineficacia
de los Gobiernos, encadenados por el poder del dinero, hasta las grandes
guerras modernas.
Pero las causas de esos
males, no todos las ven ni son fáciles de ver. Están estudiadas en las
Encíclicas Sociales de los Sumos Pontífices, de las cuales la primera,
"Rerum Novarum" de León XIII, sigue siendo la mejor, la más breve y
elegante. En un solo párrafo enumera los males del Capitalismo, sin usar esta
palabra que usó más tarde Pío XI, pero ahí está todo:
- lo que trajo el
Capitalismo, a saber la destrucción de los antiguos Gremios, la laicización de
los Estados, el amontonamiento de riquezas en manos de pocos, la ruina de las
pequeñas industrias y del comercio para dar paso a los monopolios;
- y después señala el fondo
de toda esta férrea organización, que es la usura; no ya la usura superficial
de los que llamamos con desprecio usureros; sino la usura de fondo de los que
llamamos con respeto "financistas"…
Esta usura de fondo podemos
resumirla en tres operaciones principales:
Primero, hacer pasar al
Dinero como productor, siendo así que sólo es instrumento del Trabajo.
En efecto, el Dinero es un
instrumento, por el que se compran máquinas y materia prima; pero sin el
Trabajo no puede producir nada.
Un peral produce peras y una
vaca produce terneros; pero la moneda no pare monedas: el trabajo es quien
produce.
El Capitalismo invirtió esta
relación, hizo al trabajador un instrumento y al Capital el productor,
atribuyéndole toda la ganancia, y dándole al obrero solamente lo necesario para
que viva; y hoy día, que los obreros se han organizado, lo necesario para que
se queden quietos; pero ya no se quedan nunca quietos, porque muchos de ellos
son malos pobres…
Segundo, convertir al
Trabajo y al Dinero en mercancía, y comerciar, no solamente con el Dinero, sino
con el Crédito, que es la sombra del Dinero.
Este proceso tiene una larga
historia, mucho más compleja de lo que digo, pero esto es el fondo.
Después que consiguió
comprar Trabajo, el Capitalismo empezó a vender Dinero, porque ya el dinero es
una cosa viva que engendra dinero. Y, lo que es peor aún, a vender la sombra
del dinero, el Crédito: a vender dinero que de hecho no existe.
Aparecieron todas esas
engañifas y estafas, que nosotros ni entendemos: estrangulación del mercado,
alocamiento del mercado, maniobras con los valores, especulación, etc., a cargo
de las Bolsas, los Bancos y los Grandes Prestamistas y Empresarios; acompañadas
por los crímenes políticos que se condensan en una sola palabra: Soborno.
Uno se queda abismado por la
cantidad de crímenes ocultos que cubre ese brillante telón llamado "los
Grandes Negocios".
Tercero, apoderarse,
solapadamente o no, de los resortes del poder público a fin de mantener en pie
la férrea armadura.
Y así viene necesariamente
la guerra: la lucha de clases entre patronos y obreros; la lucha entre sí de
los patronos, la competencia entre los grandes monopolios y las grandes Bancas;
y después la guerra entre Naciones, o mejor dicho entre Continentes enteros,
que ya conocemos.
Verdad que en estas guerras
mundiales intervienen otros factores, pues son también "guerras
religiosas", ideológicas, heréticas; pero en la base está ese miserable
vicio de la avaricia y de la codicia del dinero.
La Solicitud terrena,
pasando por el Sistema Capitalista y el Sistema Bancario, nos ha conducido a
este estado absurdo de escasez en medio de la abundancia… la famosa Cuestión
Social…
La Cuestión Social es
difícil, justamente porque es "social" en pleno; no concierne a los
patrones y obreros, o empleadores y empleados, solamente, sino a toda la
sociedad, incluso al clero.
¿Quién puede arreglar todo
esto? Solamente Cristo y su Iglesia pueden arreglarlo… o el Anticristo, pero
por medio de una falsa solución…
La Cuestión Social provocada
por el Capitalismo tiene una sola solución: la tradicional, la católica. El
demonio ofrece dos subterfugios: la socialista, y la estatista
La revolución socialista
considera la propiedad privada un mal en sí mismo y propone convertirla toda o
casi toda en "Propiedad Pública", es decir, poner los medios de
producción (tierra y capital) en manos de políticos que los administren en bien
de todos.
La solución tradicional
considera un bien la propiedad privada, y un mal su desmenuzamiento
infinitesimal (minifundio) y su acaparamiento en manos de una minoría de
millonarios y una minoría de monopolios irresponsables y antisociales.
Esta solución propende a
romper la rueda infernal de la proletización por el surgimiento de una nación
de propietarios. Hubo un largo tiempo en que eso existió y el mundo nunca fue
más feliz. De ese tiempo desciende toda nuestra civilización.
Existe una tercera
propuesta, que está en curso de actuarse por sí sola o por la fuerza de las
cosas, y que consiste en ir proporcionando al proletario su seguridad a costa
de su libertad, sin tocar la propiedad privada latifundaria; o sea, en ir
aproximándose en forma latente al Estado Servil o esclavista en que estuvo el
mundo durante miles de años antes del advenimiento del Cristianismo y bastante
años después de advenido.
La actual sociedad se va
paganizando, y por lo tanto retornan a ella los crudos conflictos del paganismo
en todos los órdenes.
Los paganos resolvieron la
cuestión social por medio de la Esclavitud; y la sociedad moderna camina de
nuevo a la esclavitud; a una esclavitud larvada llamada por Belloc el
"Estado Servil".
El mundo moderno ha oído
hasta de sobra las palabras de Cristo, y no las ha puesto por obra; y de ahí
vienen las "villas miserias", o "the slums" o "la
zone", o "el bajo" de las ciudades modernas; cosa que no
conocieron las ciudades antiguas. De ahí vienen muchos otros desastres y
ruinas.
El antiguo orden económico
cristiano fue destruido; y la economía, insuflada por la avaricia, se volvió
loca; y la política perdió un tornillo, si no todos.
El mundo comenzó a debatirse
en conflictos universales y. . . apocalípticos. Bien dicho está que "la
ruina fue tremenda".
En efecto, dos sistemas
económicos, que son también políticos e incluso religiosos (es decir
antirreligiosos) , el Capitalismo y el Comunismo, lucharon con todas las armas
durante decenios por imponer al mundo su forma; la cual es deforme; porque el
uno se basa en el abuso de la propiedad privada, y el otro en su eliminación.
Entre los dos ha surgido un
tercero, el "Neocapitalismo yanqui", que es una combinación tramposa
de los otros.
Este Neocapitalismo pretende
que con la adquisición de "acciones de fábricas" los obreros se
vuelven propietarios y su nivel de vida es el más alto del mundo; superándose
así a la vez al Capitalismo y al Comunismo.
La respuesta está a mano:
los obreros se convierten en propietarios sin voto efectivo, o sea
no-propietarios; pues propietario es el que puede dirigir lo suyo, mandar en lo
"propio"; y el alto nivel de vida de EE. UU. se obtiene a costa del
bajo nivel de vida de otras naciones; Yanquilandia hoy día traspasa su propia
inflación a otras naciones sonsas.
Lo que llaman Neocapitalismo
es un fenómeno curioso, una mezcla producida por la presión de los otros dos
sistemas, cuyo resultado llamaremos (bárbaramente) Servilización Paternalista
del Pobre.
Con ella el obrero
industrial va reduciéndose al "estado servil" o del esclavo de los
tiempos paganos en una forma refinada y oculta: obtiene la seguridad a costa de
la libertad.
Es como si el Patrón dijera:
"Tendrás la subsistencia toda tu vida; hospital, dentista y cine; pero
trabajarás para mí toda tu vida; para mí y no para otro; en esto y no en lo que
se te antoje. Mis Parlamentos te van a hacer una maravilla de Leyes Protectoras
del Obrero, y mi señora será miembro de la Sociedad de Damas Capitalistas
Protectoras del Hijo del Obrero"…
Esa era justamente la
condición del esclavo antiguo, el cual por lo general no era maltratado, al
contrario, era cuidado como una cosa de valor, como un buey o un caballo.
Es un Estado en el cual los
trabajadores (incluso los intelectuales) son asegurados de su subsistencia a
trueque de su libertad, o sea, trabajando forzadamente toda su vida en provecho
de los amos.
A este estado de cosas, la
"condición servil", se encamina el mundo moderno.
En suma, el resultado de la
liquidación del Capitalismo debía conducir, necesariamente, una de estas tres
cosas: el Comunismo, la Propiedad o la Esclavitud. Quiere decir, en términos
históricos, que el mundo no tenía más caminos que volver al Paganismo, volver
al Cristianismo o caer en una Sociedad Nueva, actualmente en ensayo, que para
un creyente no puede ser otra que la Sociedad del Anticristo.
El estado legal de
esclavitud ha comenzado ya en el mundo sin ser advertido, a no ser por las
mentes más penetrantes; claro está que no con el nombre de esclavitud, que
repugnaría a nuestros atavismos cristianos, pero sí con los nombres simpáticos
de Reformas Sociales o Leyes Obreras.
La situación del obrero
actual se encamina a ser peor que la del esclavo antiguo; aquél trabajaba toda
la vida en provecho de otro a cambio de la seguridad de la subsistencia y la
posibilidad de la manumisión. El obrero moderno, en cambio, carece de hecho de
estas dos últimas ventajas. La libertad política que se pretende haberle dado
modernamente es enteramente ilusoria: no hay verdadera libertad política, ni
tampoco dignidad humana sin manera alguna de propiedad.
Estos principios permiten
juzgar con seguridad las pretendidas reformas sociales sacadas a luz como
grandes novedades por los hombres prácticos especializados en previsión social.
No es muy difícil: si
encaminan hacia la redistribución de la propiedad y la multiplicación de los
propietarios, son buenas; si no encaminan a eso, no lo son.
Aumentos de salarios,
seguros sociales, cajas de jubilaciones, arbitraje obligatorio, salario mínimo,
sanatorios obligatorios, dentistas gratis, bolsas de trabajo, etc., de suyo ni
siquiera tocan el problema del proletario; y si lo tocan a expensas de su
libertad, entonces son dañinas y no benéficas, pues lo orientan a la peor
solución de todas, que es el restablecimiento legal y larvado de la antigua
esclavitud.
Hay que decir, pues, a los
obreros lo que ellos ya sienten instintivamente, a saber: la jubilación es una
estafa, los seguros sociales son una patraña, los aumentos de salarios son una
paparrucha.
Los verdaderos progresos
sociales se verifican en la línea de la libertad de contrato, libertad de
asociación gremial y derecho de huelga, junto con una educación moral que
capacite a las masas a gozar de la libertad sin abusar de ella.
Solución Cristiana de la Cuestión Social
Si Cristo puede arreglar la
Cuestión Social, ¿por qué no la arregla? Cristo la arregló ya viniendo al
mundo, predicando su doctrina y muriendo por ella.
Durante los diez siglos de
Cristiandad europea no se morían de hambre, no había desocupación, no había
miseria, cada uno estaba contento en su lugar, el campesino no envidiaba al
Rey, más bien los Reyes Santos envidiaban a los campesinos.
Si había miseria y hambre,
era por causas accidentales, por una peste o por una invasión de los bárbaros
que quemaban, destruían y rapiñaban, y al fin eran vencidos; pero no había
miseria y hambre como ahora, en virtud de las mismas estructuras sociales:
ahora hay una peste continua y un incendio continuo.
Y, ¿no lo arreglará de nuevo
Cristo? Puede ser, yo no lo sé. Depende de nosotros, depende en gran parte de
la conversión de Europa a Cristo.
Renan ha dicho que
"Cristo no dio soluciones de la cuestión social, porque todo su interés
fue salvar las almas individuales y no reformar la sociedad ni hacer política
alguna; pues su idílica moral individual de campesino galileo no percibía los
condicionamientos sociales ni los problemas colectivos…" (Vie de Jésus).
Esta opinión es un error. En
la doctrina que enseñó Jesucristo por medio de la Parábola de los pájaros y los
lirios está la solución de la decantada "cuestión social". El
problema social de la lucha de clases por el dinero desaparecería cuando la
sociedad pudiese decir a sus miembros las palabras de Jesucristo: "No
andéis ansiosos por vuestra vida, qué habréis de comer; o por vuestro cuerpo
qué habréis de vestir: la comunidad tiene cuidado de eso. Servid a la Patria
libremente como caballeros y la Patria cuidará de vosotros como madre…
Parece que hay aquí un
circulo vicioso; pues ni la sociedad ni el individuo pueden dar con seguridad
el primer paso. Si el individuo tiene que esperar para despreocuparse que la
sociedad sea perfecta…; y la Sociedad no puede serlo si antes no lo son sus
miembros…, parece que estamos en plena utopía idílica.
Pero Jesucristo rompió ese
círculo, invitó a las más fervientes, espirituales y corajudos a dar el salto,
a renunciar a todo osadamente, por puro amor de Dios, para imitarlo a El, sin
seguridad previa sino la de la Providencia, a sus riesgos y peligros, "a
embarcarse en canoas escoradas", como dice Kierkegaard.
Jesucristo lanzó a la brecha
una pequeña falange de héroes; los cuales con su vida de pobres voluntarios: 1)
prueban que la cosa es posible, vivir "como las aves del cielo y las
flores del campo"; 2) incitan con su ejemplo a los demás al despego y la
confianza; 3) viviendo con lo mínimo, regalan el resto a los demás; dejan mayor
margen de bienes temporales a la humanidad en general, pues, paradojalmente,
nadie da más que el que poco tiene, y el que todo lo deja mucho regala.
A estos dos puntos (el
mandato de huir la solicitud, madre del temor, la avaricia y la explotación del
trabajo ajeno, y el consejo de la pobreza voluntaria), se añade el "Vœ
vobis divitibus", es decir, los tremendos anatemas de Cristo a las
riquezas y a las ricos.
Haciendo sospechosas y peligrosas
a las riquezas superfluas, Cristo opone a su tremenda atracción natural el
contrapeso religioso; facilitando de ese modo su distribución justa, en la
medida posible a la dañada naturaleza humana.
Estas tres formidables
palancas crearon lentamente en la Cristiandad lo que hoy llaman "Justicia
Social", primero en la práctica que en la teoría; y suscitaron fuertes
estamentos o instituciones que iban poco a poco acercándose al ideal de la
Sociedad que cuida de sus miembros.
Si hoy en día, en que el
Estado se va convirtiendo en uno de los primeros explotadores, esto parece puro
lirismo, la culpa no la tiene Jesucristo; y las catástrofes que hemos visto, y
las que nos amenazan, han dejado intactas y valederas todas sus palabras
La solución tradicional es
dificilísima de actuar en el mundo moderno descarriado, por la sencilla razón
de que las otras dos están en la línea de menor resistencia y son más fáciles,
por lo mismo que son falsas: para enderezar a uno que está en la cuneta, hay
que cinchar, para hundirlo del todo basta empujar un poco.
Tal solución es imposible
sin una previa o simultánea resurrección de la Fe, con un restablecimiento de
la Iglesia; dado que la pérdida de la Fe ha sido lo que posibilitó en Europa el
advenimiento del Capitalismo y después su orientación al inminente Estado
Servil.
Para el teólogo todas estas
cuestiones sociológicas tan complicadas son muy sencillas, él las arregla con
un texto: "Nadie puede servir a dos señores. Así pues no podéis servir a
Dios y a las Riquezas."
La alternativa que puso
Cristo al servicio de Dios fue la esclavitud a las Riquezas. No dijo la
lujuria, la ambición, la pereza…; el otro Amo, fatal y necesario, es Plutón…
El Reino de Cristo
Así, pues, la Cristiandad
dejó de servir a Dios y cayó bajo el yugo de la avaricia, de la usura, del
dividendo, del Mal Rico del Evangelio.
Algunas naciones hoy día han
liquidado simplemente a Dios y han aceptado tranquilamente como amo al Dinero,
es decir, la sangre del pobre, la sangre del Pobre de los Pobres, vendida por
30 siclos de plata; y lo terrible es que hasta ahora les ha ido muy bien el
negocio…
Otras naciones, en cambio,
están todavía fluctuantes entre los dos señores, lo cual no vayan a creer que
es mucho mejor que lo otro. Porque tenía razón en cierto modo Monseñor Claudio,
cuando repetía antes de morir, hablando de los católicos liberales: "El
que le enciende una vela al diablo, le enciende una vela al diablo; pero el que
le enciende una vela a Dios y otra al diablo, le enciende tres velas al
diablo."
Es curioso que cuando los
Estados se volvieron virtualmente ateos y dijeron "La religión es asunto
privado", la irreligión se convirtió en asunto público; y cuando los Reyes
dijeron a los súbditos que no tenían por qué pensar en la salvación de las
almas, ellos tuvieron que empezar a pensar en la salvación de sus cabezas
coronadas…
La pálida sonrisa con que
Cristo subió a los cielos (patente en aquellas palabras "¿Incluso vosotros
no creéis todavía?") se ha ido desvaneciendo al correr de los siglos, al
ver que el mundo fracasa cada vez más a medida que sigue sus enseñanzas cada
vez menos. Y si nos dejó con una sonrisa triste, no volverá sino con un trueno.
El Capitalismo teórico (de
Adam Smith o Bentham) pretendió convertir el mundo en un Edén por medio de la
abundancia obtenida por la superproducción. Y no se puede negar que él es el
mejor medio para obtener la mayor producción, que no es lo mismo que la mayor
felicidad humana colectiva.
El Capitalismo fracasó, pues
dos Guerras Mundiales, una guerra internacional latente (guerra fría), y otra
caliente que se prepara y aterroriza al mundo, y la guerra civil permanente de
"la lucha de clases", le han dado un desmentido como un bofetón.
En los años 1950-1988 el
suceso dominante de la vida política del mundo era una la pulseada diplomática
entre Rusia y Estados Unidos, con la amenaza de una enorme guerra; el desafío
bélico entre Capitalismo y Comunismo, esos dos grandes movimientos mundiales.
Pues bien, era el Liberalismo en pugna con su hijo el Comunismo…
El Modernismo los coaliga,
los fusiona al fundente religioso…Era previsible, e incluso probable, al menos
para el filósofo bien pensante, que el Comunismo no se convertiría, sino que se
fusionaría con el Liberalismo y el Modernismo, para formar la trenza del
Anticristo.
Walter Rathenau ocupó el
Ministerio de Relaciones Exteriores de Alemania en 1922 y poco después fue
asesinado por dos oficiales de la Marina, quienes lo tenían por la más
conspicua expresión germana del entendimiento entre el Gran Dinero y el
Comunismo. En 1909 Rathenau había escrito: "Trescientos hombres, que se
conocen todos entre sí, dirigen los destinos económicos del Continente y se
buscan sucesores entre quienes los rodean." Y cuando tenían lugar las
conversaciones de paz en Versalles, al fin de la Primera Guerra Mundial,
expresó sin rodeos cuál es la naturaleza del "Orden" que pretende
instaurar el Gran Dinero: "Se acabaron las naciones, las fronteras, los
ejércitos… Se acabaron la herencia, la riqueza, las diferencias de clase… Se
acabaron la Patria, el Poder y la Cultura… Las naciones deben transformarse en
sociedades anónimas, cuyo objeto esencial será «satisfacer abundantemente las
necesidades del Individuo»; sociedades en que la propiedad será totalmente
despersonalizada y en que las colectividades humanas obedecerán a una autoridad
superior más poderosa que todos los poderes ejecutivos, puesto que dispondrá de
la administración económica del mundo".
Este designio no se puede
lograr sin la ayuda de una Religión universal espuria. El Apocalipsis (18, 9-24)
muestra que una Gran Ciudad, fastuosa y prostituida, dominará el mundo en
virtud del poder del Dinero y de una Religión falsificada, digamos sin temor,
de un Cristianismo adulterado.
La Gran Babilonia
apocalíptica posee los rasgos propios del Capitalismo: el principado de los
Mercaderes, que son los que realmente gobiernan hoy día a hurtadillas y con
engaños; las hechicerías del lujo, el placer y la comodidad que encandilan a
las masas; y al final, que es cuando Dios hiere, el homicidio, la guerra y la
persecución, como medio de sostenerse…
La Gran Babilonia irá a su
perdición cuando su iniquidad haya subido hasta el trono de Dios; es decir,
cuando haya falsificado la Religión en su servicio.
El Dinero es hoy el Dueño
del Mundo… Pero cuando el Dinero manda en una sociedad, es signo de que el
Diablo se adueñó del Dinero… "Todo esto es mío, y te lo daré, si postrado
me adorares."
La revelación de San Juan en
su Apocalipsis nos ofrece la consumación del misterio de la Babilonia política.
Después que Satanás es arrojado sobre la tierra e inicia allí la gran
tribulación, sabiendo que le queda muy poco tiempo, San Juan ve surgir del mar
una Bestia que tiene diez cuernos y siete cabezas, parecida a un leopardo, con
pies de oso y boca de león: el Anticristo.
Según nos revela San Juan,
el misterio del Anticristo es el espíritu de apostasía de los que antes estaban
en la fe y niegan la Venida de Cristo en carne, ya en el pasado, ya en el
futuro.
Este espíritu de apostasía,
poseído por muchos, culminará en la persona del Anticristo. En él se
concentrará y consumará el misterio de Babilonia, tanto en su aspecto
religioso, como en su aspecto político, pues su reino apóstata será sostenido
por un imperio político que abarcará al mundo entero.
Este misterio de una
Babilonia alegórica parece ser la culminación del misterio de la iniquidad
revelado por San Pablo en II Tess. 2:7, refiriéndose tal vez a alguna potestad
instalada allí como capital de la mundanidad y quizá con apariencias de piedad
como el Falso Profeta.
En el Apocalipsis hay
señalada con toda claridad una gran potencia política y una gran potencia
financiera en la persona de la Gran Ramera, que significa la religión
adulterada.
La potencia política está
significada por la Bestia bermeja, con sus siete cabezas y diez cuernos, que
representan un gran imperio pagano y satánico: es la Bestia que surgió del
mar.
La potencia financiera está
representada no sólo en el oro y las gemas que cubren a la Ramera, sino sobre
todo en el llanto que hacen cuando ella es destruida todos los negociantes de
la tierra. Es, pues, una ciudad financiera capitalista: el imperio y centro del
capitalismo mundial.
La Gran Ramera representa
tres cosas concretas que serán, y ya comienzan a ser, una misma, y se implican
mutuamente: 1ª) la última herejía, 2ª) la urbe donde esa herejía tendrá su
cabeza, 3ª) el imperio que esa urbe gobernará, el fenicianismo.
La fornicación significa la
religión idolátrica del Estado, que se convertirá después en la religión
sacrílega del Anticristo. Las palabras fornicación, adúltera, prostituta,
ramera y semejantes, se hallan alrededor de 100 veces en los antiguos Profetas
con el significado de idolatría, y aplicadas solamente a Jerusalén, jamás a
Nínive, Babel o Menfis. Israel es la Esposa o la Prometida de Dios…
¿Qué ciudad es ésta,
finalmente? No lo sabemos: no calzan sus notas a las actuales urbes. Las notas
que San Juan dibuja son: 1ª) una ciudad capitalista con un poder mundial; 2ª)
un puerto de mar; 3ª) cabeza o centro de una religión falsificada, idolátrica o
política.
La Mujer oprime a la Bestia
y no la propicia; pero los diez cuernos (o reyezuelos) la destruyen en un día y
ponen toda su potestad al servicio de la Bestia.
Aborrecerán ellos mismos a
la Ramera que había sido el objeto de su pasión y cuya caída deplorarán luego.
Vemos así cuán admirablemente se vale Dios de sus propios enemigos para
realizar sus planes y sacar de tantos males un inmenso bien como será la caída
de la Gran Babilonia.
De este modo, esta potencia
anticristiana en el orden espiritual perecerá a manos de la otra fuerza
anticristiana del orden político, la cual a su vez, con todos los reyes
coligados con ella será destruida finalmente por Cristo:
"Después de esto vi
bajar del cielo a otro Ángel, que tenía gran poder, y la tierra quedó iluminada
con su gloria. Clamó con gran voz diciendo: «¡Cayó, cayó la Gran Babilonia! Se
ha convertido en morada de demonios, en refugio de toda clase de espíritus
inmundos, en guarida de toda clase de aves inmundas y aborrecibles. Porque del
vino de su furiosa fornicación han bebido todas las naciones; y los reyes de la
tierra han fornicado con ella, y los mercaderes de la tierra se han enriquecido
con su lujo desenfrenado.» " (18:1-3)
El Reino es aún futuro; y el
"día del Señor", es decir, el Reino de Cristo, no vendrá sin que
antes en la tierra se descubra la apostasía y se manifieste el hijo de
perdición que, llegando a sentarse en el Lugar Santo, proclamará de sí mismo que
es Dios, haciéndose adorar por todos los habitantes de la tierra cuyos nombres
no están escritos en el Libro de la Vida.
Y entonces, sólo entonces,
vendrá Jesús como Rey de reyes y Señor de señores, y matará al inicuo con el
aliento de su boca.
Esta repentina aparición de
Cristo en esa noche de espantosa apostasía y desolación, será como la piedra
vista por Daniel, que de pronto se desprende del cielo hiriendo los pies de la
estatua, es decir, los diez reyes del Apocalipsis.
La destrucción del
Anticristo marcará el triunfo de la Iglesia y el comienzo de la manifestación
de los hijos de Dios en el Reino de Jesucristo.
Como siempre la voz autorizada del P. Castellani se mantiene viva y profética.
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