jueves, 14 de marzo de 2019

PARA LOS CATOLICOS DE HOY: “EL PACIFISMO NO ES CRISTIANO”.


“Adversus hostem aeterna auctoritas”

"A los enemigos, guerra sin cuartel”.



En nombre de la libertad el mundo occidental está a punto de colapsar.  Pero una, que es mal concebida, porque al dilucidar la razón que es guía y luz para ejecutar nuestros actos, como una cuestión aislada a nuestra voluntad, se está corrompiendo la facultad racional de elegir como acto natural de todo ser humano. Y se está sustituyendo con una simulada libertad que no tiene nada que ver con su verdadera esencia. Esto quiere decir, que al darle vía libre a las pasiones humanas sin el recto juicio de la razón, se cae evidentemente en situaciones caóticas que trasiega el sano desarrollo de toda persona en su plano tanto individual como social.

La iglesia milenaria como protectora de aquella razón natural que es sencillamente extensión de la sabiduría eterna cuyo ordenamiento está regido por la ley divina,  súbitamente se convierte en enemiga de hombres infectos cuyo veneno ha irrumpido en esta sociedad, y ya envilecida niega a Dios para poder complacerse con sus propios caprichos. Como lo diría Nicolás Gómez Dávila  “Dios es el estorbo del hombre moderno”(1). Por consiguiente palpamos el resultado de aquellas ideologías que han trastornado desde hace siglos atrás la humanidad quedando perplejos del curso que está alcanzando en el tiempo vigente.

Por lo tanto, son diversas las armas en que se han valido aquellos sublevados para dinamitar aquella institución religiosa y a aquellos hombres que la conforman y uno de estos instrumentos que  ha tenido gran éxito en su aplicación, que es una más de sus doctrinas, se llama el pacifismo, como alegoría de la “paz”, procura desarmarnos no solo de manera material, sino de pensamiento, de lenguaje y libre expresión con el riesgo de ser rotulados como hostiles al buen espíritu de convivencia y de “paz” si no nos ceñimos a sus principios,  que entre otros, y muy célebre por estos tiempos es la "Tolerancia", siendo aquéllos totalmente contrarios al espíritu de Dios.  Para el cristiano que no puede ser ninguno más que el católico se les debe advertir que esta ideología es de origen protestante (como todas las herejías destructivas que han surgido de ésta secta) forjada por un teólogo estadounidense del siglo XVIII llamado David Low Dodge (2) y quien fue el primero en fundar instituciones de “paz” a principios del S. XIX en Inglaterra y Estados Unidos,  con el fin de impulsar esta filosofía que tiene también raíces hindú y chinas; y que finalmente se articularon en  organismos como la masonería, la ONU y todas sus vertientes para sus fines que son netamente diabólicos.

Ahora bien, quien lleve el nombre de cristiano, adherente a él tiene una responsabilidad sin lugar a duda frente a todos los acontecimientos que se ha derivado de estas corrientes catastrófica, la manera de llevarla, en varios casos, no es la más conveniente, empero, ha sido la misma influencia ideológicas que de mayor o menor grado han calado en el interior del hombre católico y en la misma institución religiosa, perturbando el justo y favorable empeño del cristiano en la defensa de la verdadera libertad del hombre que es precisamente “la facultad de elegir todo lo que nos conviene para llegar al fin último que es el sumo bien”, es decir, Dios. Siendo así, en primera fila, se presentaran los católicos que no tienen ni idea de lo que está pasando en la sociedad, pues viven sumergidos en su propio mundo, y esto son las mayoría. Están los otros, que comprenden el peligro, pero prefieren ver todo sobre el balcón para no ensuciarse el vestido.  Pero eso sí gritan ¡Intransigencia! ¡Intransigencia! como diría el Padre Sardá cuando un católico militante incrimina  verbalmente o por acción, a los demoledores de la religión y sociedad, y éstos son los que creen que la oración por los enemigos, es el único recurso que se debe tomar en tiempos de guerra, negando irónicamente o ignorantemente el justo uso de la espada, que siempre ha sido bendecida por Dios y sus Santos hombres.  Luego quedan los católicos militantes que son avivados y combatientes, pero algunos, a veces, se quedan exhibiendo sus mejillas sin decidirse a más. A estos últimos y a todos hay que recordarles el derecho Divino de no callar, de juzgar con juicio recto, de señalar al enemigo, de desvainar las espadas como nos lo recordó, un católico y religioso valiente, y que ya nombré anteriormente, que se enfrentó con brío a estas mismas ideologías que hoy ya nos asfixia en su totalidad y es el gran Padre Felix Sardá. En su libro “el liberalismo es pecado" (3) nos presenta el texto que traigo a continuación, y que busca despertar a los católicos sumidos en ese pacifismo que no puede ser sino diabólico, porque valga recordar y ya sea dicho que nunca existirá un “pacifismo cristiano”:

<<No hay falta de caridad en llamar a lo malo, malo; a los autores, fautores y seguidores de lo malo, malvados; y al conjunto de todos sus actos, palabras y escritos, iniquidad, maldad, perversidad. El lobo fue llamado siempre lobo a secas, y nunca se creyó hacer mala obra al rebaño ni a su dueño con llamarle y apostrofarle así.

Si la propaganda del bien y la necesidad de atacar el mal exigen el empleo de frases duras contra los errores y sus reconocidos corifeos, éstas pueden emplearse sin faltar a la caridad. Al mal debe hacérsele aborrecible y odioso; y no puede hacérsele tal, sino denostándolo como malo y perverso y despreciable. La oratorio cristiana de todos los siglos autoriza el empleo de las figuras retóricas más vivas contra la impiedad. En los escritos de los grandes atletas del Cristianismo es continuo el uso de la ironía, de la imprecación, de la execración, de los epítetos depresivos. La ley de todo esto deben ser únicamente la oportunidad y la verdad.  Hay otra razón además. La propaganda y apologética popular (y siempre es popular la religiosa) no puede guardar las formas enguantadas y sobrias de la academia y de la escuela. No se convence al pueblo sino hablándole al corazón y a la imaginación, y éstos sólo se emocionan con la literatura calurosa y encendida y apasionada. No es malo el apasionamiento producido por la santa pasión de la verdad. 

El Bautista empezó por llamar a los fariseos "raza de víboras". Cristo Dios no se abstuvo de apostrofarlos con los epítetos de "hipócritas, sepulcros blanqueados, generación malvada y adúltera", sin que creyese por ello manchar la santidad de su mansísima predicación. San Pablo decía de los cismáticos de Creta, "qua eran mentirosos, malos bestias, barrigones, perezosos". Al seductor Elimas Mago llámale el mismo Apóstol “hombre lleno de todo fraude y embuste hijo del diablo, enemigo de toda verdad y justicia".  Si abrimos las colecciones de los Padres, no topamos más que con rasgos de esta naturaleza, que no dudaron emular a cada paso en su eterna polémica con los herejes. Citaremos tan sólo uno que otro de los principales. San Jerónimo, disputando con el hereje Vigilancio, le echó en cara su antigua profesión de tabernero, y le dice: "Otras cosas aprendiste (y no teología) desde tu temprana edad; a otros estudios te has dedicado. No es por cierto cosa que pueda ejecutar bien un mismo hombre, averiguar el valor de las monedas y el de los textos de la Escritura; catar los vinos y tener inteligencia de los Profetas y de los Apóstoles". Y se ve que el Santo controversista les tenía afición a esos modos de desautorizar al adversario, pues en otra ocasión, atacando al mismo Vigilancio, que negaba la excelencia de la virginidad y del ayuno, pregúntale con festiva donaire "si lo predicaba así para no perder el consumo de su taberna." (...)

Qué diremos de San Juan Crisóstomo en su famosa invectiva contra Eutropio, que en personal y agresiva no tiene comparación con las tan agrias de Cicerón contra Catilina o contra Verres? El melifluo Bernardo no era ciertamente de miel al tratar con los enemigos de su fe. A Arnaldo de Brescia (gran agitador liberal de su siglo) le llama con todas las letras "seductor, vaso de injurias, escorpión, lobo cruel." El buen Santo Tomás de Aquino olvida la calma de sus fríos silogismos para dirigirse en vehemente apóstrofe contra su adversario Guillermo de Saint-Amour y sus discípulos, Y llamarlo a boca llena "enemigos de Dios, ministros del diablo, miembros del Anticristo, ignorantes, perversos, réprobos." Nunca dijo tanto el insigne Luis Veuillot. El dulcísimo San Buenaventura increpa a Geraldo con los epítetos de "imprudente' calumniador, espíritu maléfico, impío, impúdico, ignorante, embustero, malhechor, pérfido e insensato."

Al llegar a la época moderna se nos presenta el tipo encantador de San Francisco de Sales, que por su exquisita delicadeza y mansedumbre mereció ser llamado viva imagen del Salvador. ¿Creéis que les guardó consideración alguna a los herejes de su tiempo y país? ¡Ca! Les perdonó sus injurias, les colmó de beneficios, procuró hasta salvar la vida a quien había atentado contra la suya. Llegó a decir a  su rival: "Si me arrancaseis un ojo, no dejaría con el otro de miraros como hermanos". Pues bien; con los enemigos de su fe no guardaba clase alguna de temperamento o consideración. Preguntado por un católico si podía decir mal de un hereje que esparcía sus venenosas doctrinas, le contestó: "Si, podéis. Con tal que no digáis de él cosa contraria a la verdad, y sólo por el conocimiento que tengáis de su mal modo de vivir; hablando de lo dudoso como dudoso, y según el grado mayor o menor de duda que sobre eso tengáis." Más claro lo dejó dicho en su Filotea, libro tan precioso como popular. Dice así: "Los enemigos declarados de Dios y de la Iglesia deben ser vituperados lo más que se pueda. La caridad obliga a cada cual a gritar: "¡Al lobo!" cuando éste se ha metido en el rebaño, y aun en cualquier lugar en que se le encuentre." ¿Habrá necesidad de dar a nuestros enemigos un curso práctico de retórica y de crítica literaria? He aquí lo que hay sobre la tan decantada cuestión de las formas agresivas de los escritores ultramontanos, vulgo católicos verdaderos.

 (...) dice un gran historiador católico a los enemigos del Catolicismo: "Vosotros os hacéis infames con nuestras acciones; pues bien, yo os acabaré de cubrir de infamia con mis escritos." Y por igual tenor enseñaba a la viril generación romana de los primeros tiempos de Roma la ley de las Doce tablas: “Adversus hostem aeterna auctoritas” esto. Que se podría traducir: "A los enemigos, guerra sin cuartel”>>

(1) Gómez, N., (2001). Escolios a un Texto Implícito. Bogotá DC, Colombia: Villegas Editores S.A. 
(2) EcuRed (S/F) Pacifismo. Recuperado de: https://www.ecured.cu/Pacifismo
(3) Sardá, Y S, F., (1884). El liberalismo es pecado. España: Editorial Pages.


Kp Diana.
 

sábado, 2 de marzo de 2019

"DE CÓMO EL NORTE -EL IMPERIALISMO ANGLO-NORTEAMERICANO- PRETENDE CAMBIAR LOS VALORES TRADICIONALES Y LA IDIOSINCRASIA DEL CENTRO Y SUD DE AMÉRICA A TRAVÉS DE UN "NUEVO ORDEN MUNDIAL"

"El proyecto de desmilitarización de Iberoamérica se estableció formalmente como política de los Estados Unidos a partir de la gran crisis de 1982-1983 en las relaciones hemisféricas.      La decisión estadounidense de apoyar a Gran Bretaña, no sólo olvidó los méritos históricos del reclamo territorial argentino de las Malvinas -ocupadas ilegalmente por Gran Bretaña en 1833-, sino que violó un solemne compromiso contraído con la Argentina, en virtud del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR). Lo que querían derrotar los angloamericanos, aparte de la propia nación argentina, era el principio mismo de la soberanía nacional. El conjunto de medidas del Proyecto Democracia fue anunciado por el presidente Reagan en el Parlamento Británico, el 8 de julio de 1982. Uno de los autores intelectuales del proyecto, de hecho, fue el mismo profesor Samuel Huntington de Harvard, destacado ideólogo de la Comisión Trilateral, que en 1992 publicó una especie de manual práctico para la destrucción de las Fuerzas Armadas de todas las naciones en vías de desarrollo.
Los esfuerzos del Proyecto Democracia por imponer una "democracia pluralista" en Iberoamérica remozan la "Leyenda Negra" que propaga la mentira de que la cultura hispánica es, por definición, autócrata y dictatorial, debido a la influencia de la Iglesia Católica y las Fuerzas Armadas. El odio por éstas expresado por los "nuevos demócratas" nace de eso: para poder conquistar definitivamente a Iberoamérica, primero hay que quebrantar esas dos instituciones: La Cruz y la espada, que conforma la columna vertebral del Estado nacional en la región. Dicho propósito se ha declarado públicamente  en documentos oficiales de los Estados Unidos. El informe especial Nº 158 del Departamento de Estado, de marzo de 1987, titulado "La democracia en América Latina y el Caribe: la promesa y el reto", lamenta que "la penetrante fuerza de estructuras jerárquicas con hondas raíces históricas y culturales ha creado hábitos autoritarios muy arraigados" en Iberoamérica, y militares -la cruz y la espada- de la conquista española, y desde entonces, pilares fundamentales del orden tradicional" a ceder a "nuevos valores" [y] diversidad organizativa". "El desarrollo institucional" requiere de "diversidad religiosa", dice a secas el Informe Especial Nº 158, que encomia "la difusión del protestantismo" y la teología de la liberación, por garantizar la "diversidad religiosa". En nombre del "protestantismo", el gobierno estadounidense ha fomentado las peores sectas fundamentalistas, tales como la del pervertido Jimmy Swaggart, la de Luis Palau y la de los moonies.      El intento de erradicar la influencia de la Iglesia Católica en Iberoamérica data de la época de Teddy Roosevelt. "Observen -dijo Ratzinger- las palabras de Rooseveelt en 1912: 'Creo que la asimilación de los países latinoamericanos a los Estados Unidos será larga y difícil mientras esos países sigan siendo católicos'."      En cuanto a "la espada", el informe especial Nº 158 repite los argumentos de la comisión Kissinger, de que se debe mantener muy reducida y contenida la fuerza militar, no obstante el terrorismo, el narcotráfico y las guerrillas que asuelan la región.      "(...) el proyecto global del nuevo orden mundial era quitar del camino a líderes y políticos del hemisferio occidental que se negaran a rendir pleitesía al plan de Bush. Primero fue en México, el 10 de enero de 1989, en una batida contra los líderes del Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República mexicana, a través de Carlos Salinas de Gortari. Luego le tocó al Gral. Manuel A. Noriega, de Panamá. El levantamiento del 3 de diciembre de 1990, en la Argentina, por el Coronel Seineldín para -como él expresara- evitar la destrucción de las FF.AA. y la defensa nacional bajo el nuevo orden mundial, encontró en el presidente Menem un firme aliado de Bush. La siguiente víctima fue Irak." 

Alberto Boixadós, El Nuevo Orden Mundial y el movimiento de la New Age o Humanismo Cósmico, 1994   

Artículo extraído del libro Masonería Invisible de Ricardo de la Cierva. Pág. 80.